El Cazador miró a través de la ventana. El gélido viento del invierno acarició su rostro mientras reflexionaba. Toda su vida había cazado historias sin preguntarse por qué lo hacía, limitándose a ser un espectador de todo lo que pasaba a su alrededor y tomando constancia de ello. Sin embargo, un personaje de sus historias acababa de cuestionar la finalidad de su trabajo.
-Responde –inquirió Fénix- ¿Para qué has escrito cada cosa que he hecho estas últimas semanas?
-Ya te lo he dicho. Cazar historias es mi trabajo.
-Eso no me aclara nada. No creo que nadie vaya a pagarte por escribir mi vida en papel.
-Yo no escribo. Sólo cazo usando el Libro.
– Eso no tiene sentido. –Fénix movió las manos visiblemente alterado- ¿Cómo vas a usar un libro sin escribir sobre él?
-El Libro no es lo que tú piensas. Caza lo que yo siento. Cada sonido que escucho, cada cosa que veo, el Libro lo caza.
-No importa. Lo que quiero saber es por qué lo haces.
-No lo sé. Siempre me han dicho en el Gremio que eso era lo qué había que hacer. –El Cazador cerró los ojos y trató de recordar que sentía al cazar- La verdad… la verdad es que con cada historia que cazo me siento un poco más vivo. Siento un lazo entre el protagonista de mi historia y yo; me alegro cuando le ocurre algo bueno y sufro cuando está triste. Empatía, creo que se dice.
-¿ Y por qué no vives una vida normal?
-¿Una vida normal? –el Cazador hablaba de forma vacilante- Vivir una historia…
-¡Exacto! –Fénix hacía grandes aspavientos al hablar, como si pensase que su idea era la mejor de todas cuantas podría haber- Vivir tu propia historia. Podrás hacer lo que tú quieras.
El Cazador se volvió para mirar a Fénix. Todo un mundo de posibilidades se abría ante él. Podía empezar ahora su historia, pero antes debía zanjar esta.
-Oye Fénix –el Cazador le hablo en un tono un poco apesadumbrado- ¿Estás enfadado porque haya escrito tu historia?
-En un principio estaba bastante enfadado, sí. Pero bueno, ¿¡a quién le importa que escriban un libro consigo mismo como protagonista!?
El Cazador sonrió.
-Supongo que ahora te marcharás –dijo Fénix-.
-Supongo. –el Cazador se irguió lentamente-
-¿Te importaría decirme tu nombre?
-Nombre… -el Cazador se encogió de hombros- No tengo nada de eso. Pero puedes llamarme Cazador.
-Está bien Cazador. ¿Qué harás ahora? ¿Seguirás mi consejo?
-Continuaré cazando historias. –El Cazador se subió al alfeizar de la ventana- Sin embargo, creo que también empezaré una yo mismo.
-Adiós, Cazador. Espero que vivas bien tu historia.
-Hasta otra historia.
El Cazador saltó por la ventana. Fénix le buscó por el horizonte, pero no logró ver nada.
Con este fragmento gane un certamen literario. Me gusta como está planteado, sin embargo me apena el pensar que he desaprovechado un argumento que podía dar mucho más de sí.
¿Este cazador tiene algo que ver con el cazador que ambos conocemos? Aunque ese cazaba monstruos.
Me gusta el símbolo del cazador, entendido como alguién que persigue algo incesantemente. Así que no es extraño que haya varios cazadores en mis historias.
Además, el Cazador que tú y yo conocemos es también un cazador de historias, que combate a los monstruos con un doble propósito: controlar su aparición en la Ciudad y dar a la Tejedora retazos de historia con los que hilar.